Verduras de hoja y coagulación sanguínea


El consumo elevado de estas verduras puede interferir con ciertos medicamentos recetados para regular la coagulación sanguínea

Las verduras de hoja verde como las espinacas, la acelga y la lechuga se caracterizan por su contenido en filoquinona, la fuente principal de vitamina K. Esta vitamina participa de manera directa en la coagulación de la sangre. Su consumo adecuado evita pérdidas de sangre al frenar las hemorragias, si bien un elevado consumo de alimentos ricos en esta vitamina, como las verduras de hoja, puede interferir con el efecto de ciertos medicamentos recetados para regular la coagulación sanguínea.

La filoquinona o vitamina K1 es la fuente dietética principal de vitamina K para el organismo. Se identificó por primera vez en productos de origen animal como la carne de pollo y el hígado de ciertos animales, si bien en posteriores análisis químicos se observó que las verduras de hoja verde superaban con creces el contenido de vitamina K1 respecto a los alimentos de origen animal. Dentro de este grupo de verduras se incluyen las coles o repollos, las espinacas, la lechuga, la acelga, el brócoli y las coles de Bruselas, con un contenido que supera los 100 microgramos de vitamina K por cada 100 gramos de alimento.

Verduras de hoja y vitamina K

También se sabe que los aceites vegetales, como el de soja, canola y oliva, contribuyen junto a las verduras de hoja a cubrir prácticamente las tres cuartas partes de los requerimientos diarios para esta vitamina. La condimentación de los alimentos con aceite y el uso de aceites para cocinar los alimentos contribuye también a la ingesta dietética de vitamina K. Por ejemplo, y pese a que alimentos como el tomate o la carne contienen cantidades relativamente bajas de vitamina K, al ser condimentados o preparados con aceite se consideran como fuente dietética interesante de esta vitamina.

Por otro lado, las bacterias intestinales sintetizan otro compuesto químico con actividad de vitamina K que se identifica como vitamina K2 o menaquinona, y esta sustancia se ha encontrado, pero en pequeña proporción, en alimentos de origen animal como la yema de huevo, mantequilla y quesos, y también en productos fermentados de la soja. Se sabe que esta vitamina contribuye aunque en una cantidad relativamente pequeña a satisfacer las necesidades de vitamina K debido a su limitada absorción.

Contenido en filoquinona (vitamina K1) en alimentos comunes Alimento Microgramos (µg)/100 gramos

Vegetales

Col o repollo - 440
Espinacas - 380
Ensalada de lechugas variadas - 315
Espárrago -60
Okra - 40
Lechuga Iceberg - 35
Judías verdes - 33
Guisantes frescos -24
Pepino - 20
Coliflor o berza - 20
Zanahoria - 10
Tomates - 6

Aceites vegetales

Aceite de soja - 193
Aceite de canola - 127
Aceite de semillas de algodón - 60
Aceite de oliva - 55
Aceite de maíz - 3

Otros alimentos

Soja seca - 47
Lentejas - 22
Hígado - 5

Otros alimentos

Soja seca - 47
Lentejas - 22
Hígado - 5
Huevos - 2
Carnes frescas - Menor que 1
Pescado fresco - Menor que 1
Leche entera - Menor que 1

Verduras de hoja y coagulación

Las verduras de hoja verde son las que más vitamina K concentran. La función principal de esta vitamina es intervenir en la síntesis de factores de la coagulación como la protrombina. Por tanto, su déficit aumenta las probabilidades de sufrir hemorragias. Esto es especialmente importante para quienes reciben antibióticos que impiden la síntesis de vitamina K en el intestino debido a que alteran la flora bacteriana. En estos casos será interesante incluir en la dieta alimentos ricos en este nutriente.

Por otra parte, son muchas las personas que, como medida profiláctica de trastornos cardiacos o vasculares de distinta índole (infarto, trombosis, embolia) o tras sufrir un episodio de estas características, comienzan un tratamiento con medicamentos que regulan la coagulación sanguínea. Los más usados son los derivados de la cumarina como el acenocumarol (sintrom) y la warfarina.

En ocasiones, al médico le resulta difícil conseguir la dosis más adecuada de anticoagulantes para regular los parámetros de la coagulación sanguínea, y uno de los factores que influye en este aspecto puede ser la dieta. La respuesta del organismo al fármaco anticoagulante puede variar según la concentración de vitamina K en el plasma, al participar también esta vitamina en la coagulación sanguínea. Esto explica que algunos médicos pregunten a sus pacientes por el hábito que tienen de consumir verduras de hoja verde, ricas en vitamina K.

Un consumo abundante de estas verduras a lo largo del día; por ejemplo, siempre ensalada en la comida y en la cena, y habitualmente verdura en una de las comidas, puede que altere el efecto de la medicación y, por tanto, según la indicación del especialista, puede que sea preciso moderar su consumo.

Mandan los genes

Además del papel de la dieta en la influencia de la coagulación sanguínea, informes recientes indican que las concentraciones de plasma de la filoquinona (vitamina K) están fuertemente influenciadas por polimorfismos en el genotipo (conjunto de genes de un organismo). En concreto, el polimorfismo que afecta al gen que codifica la apolipoproteína E (apoE), encargada del transporte de la vitamina K unida a los triglicéridos hacia el hígado para su posterior absorción.

Al parecer, las concentraciones plasmáticas de filoquinona (vitamina K1) son diferentes de acuerdo con el genotipo de la apolipoproteína E. La concentración plasmática de vitamina es mayor en el genotipo apoE2 que en el apoE3, y ésta a su vez mayor que en el apoE4. Esta observación fue comprobada hace más de una década en un estudio de 30 pacientes que seguían una terapia con anticoagulantes orales. Entonces, se observó que los pacientes con genotipo apoE4 tendían hacia una mayor sensibilidad a la terapia anticoagulante oral que los de genotipo apoE2 o apoE3. Esta tendencia fue interpretada como una respuesta del organismo a la disminución de las concentraciones plasmáticas de filoquinona o vitamina K1.

En otras investigaciones sobre la respuesta a la warfarina (un anticoagulante) según el genotipo, se observa que el genotipo ApoE4 es más común entre los afroamericanos, lo que explica que requieran dosis más elevadas del anticoagulante warfarina, en comparación con los pacientes con genotipos ApoE2 y ApoE3. La gestión de la dosis óptima de anticoagulantes orales para lograr un efecto terapéutico es un reto para los médicos especialistas dada la variabilidad que existe en la relación dosis-respuesta, en parte causada por los polimorfismos genéticos y en parte también por la influencia de la dieta.