CÓMO ALIMENTARNOS SEGÚN NUESTRA EDAD - NIÑOS DE UNO A TRES AÑOS



Los tres primeros años de vida se presentan como una etapa de transición entre la fase de crecimiento muy rápido, propia del lactante, y el periodo de crecimiento estable, que se extiende desde los tres años hasta el comienzo de la pubertad. Éste es un periodo madurativo en el cual el niño realiza avances importantes en la adquisición de funciones psicomotoras, al tiempo que sus funciones digestivas y metabólicas van alcanzando un grado de madurez suficiente para aproximar su alimentación a la del niño mayor.
Sin embargo, un niño no se convierte de inmediato en un adulto, sus necesidades energéticas y de determinados nutrientes aconsejan ajustar la dieta a sus particularidades fisiológicas, no precisa de normas rígidas y es preciso adaptar e individualizar la dieta ajustándola a la propia constitución y costumbres del niño.
Hay que poner especial cuidado en la conducta alimenticia del niño que aún pequeño está sujeta a determinadas aversiones y preferencias, lo que puede conducir en ocasiones a una dieta carente de algunos nutrientes.
Las primeras etapas de la vida son fundamentales para que el individuo forme todo su sistema inmunitario y para evitarle la patología secundaria a una nutrición incorrecta.
La alimentación correcta a partir del año de edad se basa en el consumo de una dieta equilibrada que cumpla los tres objetivos siguientes:
1. Asegurar un crecimiento y desarrollo óptimos.
2. Evitar carencias nutritivas.
3. Prevenir enfermedades.

CARACTERÍSTICAS FISIOLÓGICAS

El periodo que va de uno a tres años de edad e incluso hasta la pubertad, a menudo se refiere como el periodo "latente" o "quiescente" del crecimiento, en contraste con los cambios espectaculares que ocurren en el primer año de vida y la adolescencia. Aunque el crecimiento físico es menos llamativo, estos años constituyen una época de importante crecimiento en las áreas social, cognitiva y emocional.
En contraste con la triplicación del peso de nacimiento que ocurre en los primeros 12 meses, transcurre otro año antes que se cuadruplique el peso de nacimiento. Así mismo, la longitud desde nacimiento aumenta en 50% durante el primer año, pero no se duplica sino hasta los cuatro años de edad, aproximadamente.
En este periodo el peso medio pasa de 9,5 a 14 kilos (es decir, un aumento del 50% prácticamente) y la talla media, de 74 a 96 centímetros.
No obstante, algunos pequeños parecen mantenerse en un "patrón latente" durante varios meses, después de los cuales muestran un desarrollo rápido en la estatura y el peso. Conviene tener en cuenta que estos patrones por lo general son paralelos a cambios similares en el apetito y el consumo de alimentos. Para los padres y madres que no conocen estas tendencias (e incluso para algunos que sí las conocen), los periodos de crecimiento lento y de apetito deficiente generan ansiedad, lo cual puede conducir a conflictos a la hora de las comidas.
Las proporciones del cuerpo en los niños pequeños cambian de manera importante. A medida que aumenta la actividad física, las piernas se enderezan en tanto que los músculos abdominales y de la espalda se ajustan para dar apoyo al niño ahora erguido. Estos cambios son graduales y sutiles, y se presencian durante un periodo de varios años.
La composición corporal de estos niños se mantiene relativamente constante. La grasa disminuye de manera gradual durante los tres primeros años de vida.
En virtud de que los niños están en constante crecimiento y cambio, la valoración periódica de su progreso permite detectar y tratar con oportunidad cualquier problema. La talla y el peso de un niño deberán estar proporcionados. La vigilancia del crecimiento realizada con regularidad permite identificar problemas en una etapa temprana y aplicar las medidas de intervención o educación pertinentes a fin de no afectar al crecimiento a largo plazo. Un peso que aumenta a una velocidad mayor en relación con la talla sugiere el desarrollo de sobrepeso u obesidad. La falta de aumento de peso o la pérdida de éste durante un periodo de meses, puede obedecer a una nutrición insuficiente, alguna enfermedad aguda, una enfermedad crónica no diagnosticada, o a problemas emocionales o familiares importantes.

PAUTAS PARA ALIMENTARSE BIEN

El niño debe incorporarse a la dieta familiar siguiendo unos patrones alimentarios que van a influir decisivamente en sus futuros hábitos de alimentación. Si bien esto es cierto, no hay que olvidar que el niño de uno a tres años puede mostrar una cierta vulnerabilidad al presentar determinadas limitaciones alimenticias.
Los niños están en constante crecimiento y desarrollo de huesos, dientes, músculos y sangre, por lo que requieren más nutrientes en proporción a su peso que los adultos.
La energía de los alimentos deberá ser suficiente para asegurar el crecimiento y evitar que se recurra a sus reservas corporales para obtener energía, pero a la vez no será tan excesiva que provoque obesidad.
Por otra parte, al mermar su velocidad de crecimiento respecto al primer año de vida, suele producirse falta de apetito, lo que se traduce en una ingesta espontánea menor que no debe preocupar a los padres. Este hecho, que puede acentuarse más de lo necesario, unido a que expresan determinadas aversiones alimenticias y a la inmadurez de habilidades motoras, justifica la vulnerabilidad en estas edades. También hay que tener en cuenta que a esta edad no se puede seguir un patrón de comidas semejante a las del adulto, es decir tres comidas importantes al día sin ningún complemento entre ellas, dada su menor capacidad digestiva.
Es en la primera infancia cuando se adquieren buenos hábitos alimentarios, y la familia es la institución más indicada para iniciar a los pequeños en el consumo de todos los alimentos.
A partir de los 12 meses de edad debe iniciarse progresivamente la introducción de alimentos con una textura más gruesa para ir acostumbrando al niño a alimentos troceados. Para empezar, se ofrecerán alimentos aplastados con el tenedor para ir cambiando a un troceado pequeño. Todo ello dependiendo de cada niño y su rapidez en el aprendizaje de la masticación. El objetivo es que al llegar a los 18-24 meses el niño coma los alimentos troceados.
Características generales de la dieta
• La dieta debe ser equilibrada y variada en platos, sabores, texturas y consistencia e incluso colores, para acostumbrar al paladar y lograr un adecuado aporte nutritivo. El olor, el color, el sabor y la forma influyen en sus gustos personales.
• Se debe procurar que el niño no adquiera conductas alimenticias caprichosas y monótonas con preferencia hacia unos alimentos, aversión a otros que pueden conducirle a llevar una alimentación deficitaria.
• Los menús han de adaptarse a las características individuales, familiares y económicas en cada caso.
• Al niño, sobre todo en la menor edad, hay que educarle para que mastique bien y, asimismo, a un adecuado manejo de los utensilios de mesa.
• A la hora de introducir alimentos nuevos conviene hacerlo progresivamente y al principio de cada comida, cuando el niño tiene más apetito.
• Si el niño se queda a comer en la guardería, es preciso conocer el menú de cada día con el fin de completar y equilibrar la dieta con las comidas de casa.
• Limitar el consumo de alimentos superfluos “calorías vacías” (golosinas, chucherías, snacks, refrescos...), especialmente entre las principales comidas, para que coman lo que tienen que comer a sus horas.
• Tener en cuenta que el desayuno es una de las comidas más importantes del día.
• En el almuerzo o la merienda, se debe favorecer la ingesta de bocadillos preparados en casa, frutas y productos lácteos, sin abusar de los embutidos, patés y quesos grasos.
• La estructura de una comida convencional debe componerse de:
Primer plato: Generalmente a base de arroz, pasta, verduras con patata, legumbres en puré. El valor nutritivo de este primer plato es el aporte energético, principalmente a partir de los hidratos de carbono complejos. Es importante acostumbrar a los niños a tomarlo porque las necesidades energéticas son las primeras que deben cubrirse si se quiere que las proteínas de los alimentos cumplan en el organismo la función de formar tejidos y favorecer el crecimiento. Si esto no se tiene en cuenta, el organismo utilizará las proteínas para resolver sus necesidades energéticas y se estará llevando a cabo una alimentación desequilibrada.
Segundo plato: Carnes, derivados cárnicos, pescado o huevos. Deben aparecer en cantidades moderadas (el hambre no debe saciarse a base de proteínas). Pueden acompañarse de una guarnición de ensalada o verduras o patatas (asadas o cocidas o en puré, no siempre fritas). Conviene incluir al menos 3 veces por semana pescado (blanco y azul) y huevos, hasta tres veces por semana.
Postres: Lo mejor es incluir una fruta y alternar con productos lácteos sencillos (yogur, petit suisse, etc.)

RACIONES DIARIAS DE ALIMENTOS

Para evitar cualquier trastorno producido por la incorporación de un alimento nuevo, es imprescindible introducir al inicio una pequeña cantidad del mismo, observar la tolerancia y esperar entre 7 y 10 días antes de incorporar el nuevo producto de forma habitual.
• Si al niño le desagrada beber leche, ésta se puede reemplazar parcial o totalmente por otros productos lácteos como queso, yogur…, en las cantidades indicadas en la tabla (alimentos equivalentes), y ofrecer platos que incluyan leche entre sus ingredientes (croquetas, purés, gratinados, salsa bechamel, natillas, flanes…).
El Comité de Nutrición de la Sociedad Europea de Nutrición y Gastroenterología Pediátrica (ESPANG) recomienda la utilización de la leche de continuación hasta los tres años, pero por motivos principalmente económicos, la mayoría de familias no la emplean. Actualmente ha aparecido en el mercado leche de crecimiento o junior, que es intermedia entre la leche de continuación y la de vaca. Está indicada para niños a partir del año.
• Si el niño es vegetariano será conveniente el asesoramiento con profesionales sanitarios expertos en temas de alimentación (dietistas y nutricionistas), para revisar con meticulosidad el consumo habitual de alimentos y ver la manera de combinarlos con el fin de evitar déficits nutritivos.
• Los sesos no son un alimento indispensable como suponen muchas madres y padres. A pesar de su importante contenido en fósforo, son muy ricos en colesterol y existen otros alimentos en la dieta que cubren perfectamente las necesidades de dicho mineral. Sin embargo, se pueden consumir esporádicamente si al niño le gustan, lo que no siempre ocurre.
• Los cereales de desayuno listos para consumir pueden resultar aún difíciles de masticar, por lo que es preferible elegir cereales de cocción (copos de avena, copos de 5 cereales) que esporádicamente pueden reemplazar las papillas de la mañana.
• El niño tiene que empezar a incluir pan en las comidas. Se tendrá preferencia por el pan blanco, ya que el pan integral no es aconsejable antes de los 7 años debido a su acción irritante sobre el tubo digestivo. El pan puede sustituir a las galletas de la merienda, y ayuda al niño en la dentición (en ese caso se ha de cortar un trozo de corteza en el sentido longitudinal del pan).
• Las patatas son la base de la mayoría de purés de verduras. Se pueden servir cocidas, al vapor y no siempre fritas. Los purés de patata son ricos en almidón y necesitan una buena impregnación salival para ser digeridos completamente. El niño a menudo los engulle “de golpe” y le puede provocar flatulencia, por esta razón es mejor no abusar de ellos.
• Ciertas verduras: zanahorias, espinacas, nabos y acelgas, son a menudo ricas en nitratos. Para reducir estas sustancias, una vez cocidas se deben conservar en un envase sin el caldo y conviene no recalentarlas más de una vez. Así mismo, no se ha de aprovechar el caldo donde se han cocido dichas verduras.

DISTRIBUCIÓN DE COMIDAS A LO LARGO DEL DÍA

En esta época es conveniente que el niño realice cuatro (o cinco) tomas al día, es decir, desayuno, comida, merienda o almuerzo y cena; lo que responde a la limitada capacidad digestiva del niño. Algunos aún necesitan una toma láctea antes de acostarse; otros no, ya que sus comidas pueden ser completas e incluir la leche o postres lácteos como final de alguna comida.
Es importante, para la adquisición de unos hábitos alimentarios saludables mantener los horarios de comidas de un día para otro y no saltarse ninguna toma.
El desayuno: Hay muchos niños que no tienen apetito al levantarse por numerosas razones: temen ir a la guardería y la angustia les quita el apetito, se acuestan o se levantan demasiado tarde y no están lo suficientemente despiertos para que su apetito pueda manifestarse, se encuentran solos en la mesa y se aburren, la monotonía y uniformidad de los desayunos no los hace atractivos…
El desayuno es una de las comidas más importantes del día. Un desayuno con prisas es equivalente a un desayuno pobre; por tanto es necesario dedicar tiempo suficiente a sentarse y evitar compaginar la toma del desayuno con otras actividades como por ejemplo, ver la televisión.
Es recomendable que en la primera comida del día se incluyan: lácteos, cereales de todo tipo (galletas, cereales de desayuno, tostadas, pan o bollería no demasiado grasa). Si además se incluye una fruta o su zumo, mejor aún. Otros productos ricos en azúcares como la miel, mermeladas o confituras también están reservadas para que formen parte del desayuno.
Almuerzos y/o meriendas: La mayoría de los niños comen cuatro o cinco veces al día, por lo que son importantes los refrigerios ya que contribuyen al aporte total de nutrientes. Los refrigerios no se limitarán a galletas, refrescos, patatas fritas, que son alimentos que “llenan” pero que no nutren. Tanto el almuerzo como la merienda, constituyen un complemento energético y al menos uno de ellos debe ser una parte habitual de la alimentación infantil, para evitar que transcurran muchas horas desde una comida hasta la siguiente, pero la cantidad no debe ser excesiva para que no reste apetito al niño a la hora de la comida o cena.
Interesa que ellos participen si es posible en su preparación, para que sean conscientes de su importancia.
La comida: En nuestra sociedad la comida constituye la principal toma de alimentos del día y es el momento de encuentro que favorece la relación familiar y la enseñanza y aprendizaje de los hábitos de alimentación. Por ello se debe propiciar un clima tranquilo, sosegado, sin interferencias (TV, radio, animales…) Se ha de evitar en lo posible la anarquía en los horarios, la preparación de alimentos a última hora, las interrupciones largas entre plato y plato, gritos y regañinas constantes, comer con mucha rapidez y las situaciones incómodas por falta de espacio.
Se debe cuidar la presentación de los platos, temperatura y el orden y limpieza de la mesa.
La cena: Se debería tender a que fuese otro momento de encuentro alrededor de la mesa, en ambiente tranquilo y sin distracciones. La cena debe ser complementaria a la comida, por lo que hay que tener en cuenta los alimentos que se han consumido en casa o en la guardería y no repetirlos. La cena debe ser más ligera que la comida, y lo antes posible para que de tiempo de hacer la digestión y dormir bien.

ES UN ERROR...

OFRECER CANTIDADES GRANDES DE ALIMENTOS PROTEICOS

A veces se sobreestima la necesidad de proteína, entendiendo que es un nutriente fundamental para el crecimiento del niño. No obstante, el crecimiento a estas edades se va haciendo más lento y progresivo por lo que la cantidad de estos alimentos no es tan importante como la que habitualmente se ofrece.
Los requerimientos de proteína pasan de 2,2 gramos por kilo de peso y día (g/ Kg/ día ) en el primer semestre de vida, a 1,5 g/ Kg/ día, en el segundo semestre, y a 1,2 g/ Kg/ día, de uno a tres años. Esta diferencia cuantitativa de proteína se explica porque este nutriente sirve al crecimiento, el cual disminuye notablemente en los dos primeros años y apenas se ve influenciado por la actividad física.
El porcentaje de energía aportado por las proteínas a estas edades oscila entre el 10 y el 15%. Esto obliga a considerar en su justa cantidad el suministro de alimentos proteicos al niño (carne, pescado, huevos y lácteos), siendo habitual encontrar raciones de alimentos proteicos que superan el 15% del valor energético total. Para hacernos idea de este hecho, piénsese que si un niño toma dos vasos de leche, 50 gramos de carne, un yogur y 1 loncha de jamón cocido a lo largo de las distintas comidas del día, el aporte de proteína es de aproximadamente 40 g superior a las necesidades del niño de uno a tres años, que se estima es de 1,5 gramos de proteína por Kg de peso y día.
Hay demasiadas madres y padres que se preocupan por niños que rechazan el enorme bistec que se les ha preparado. Se producirían muchos menos conflictos en las comidas si las raciones fuesen razonables.
La deficiencia de proteína es rara en niños en nuestro país, en parte por la importancia cultural de los alimentos proteicos. Quienes tienen más posibilidades de riesgo de consumo inadecuado de este nutriente son los niños que consumen dietas vegetarianas estrictas, quienes tienen múltiples alergias alimentarias o aquellos que ven limitada su selección de alimentos a causa de dietas caprichosas, problemas de conducta o acceso limitado a los mismos.

OFRECER LECHE Y DERIVADOS LÁCTEOS DESNATADOS

El consumo generalizado de leche desnatada por los niños pequeños no está justificado desde el punto de vista nutricional, salvo indicación médica expresa. La leche desnatada conserva la misma proporción de proteínas, azúcares (lactosa) y calcio que la entera, aunque está desprovista de grasa, nutriente energético básico para el buen funcionamiento y desarrollo orgánico de los más pequeños, así como de las vitaminas disueltas en la grasa, llamadas liposolubles, como las vitaminas A y D. La vitamina D es necesaria para la absorción del calcio y para su depósito en los huesos.

ELABORAR BOCADILLOS CON EMBUTIDOS DIVERSOS

La única charcutería que se debería admitir para esta edad es el jamón cocido y el jamón serrano magro (sin el tocino). Además del jamón cocido, se pueden encontrar en el mercado otros derivados cárnicos que guardan con este producto muchas similitudes. Es el caso de la paleta de cerdo cocida, cuya presentación y sabor son buenos, y su precio es comparativamente menor al del jamón cocido. El jamón cocido es un producto de gran valor nutritivo, rico en proteínas de alto valor biológico y con un contenido graso relativamente bajo, comparado con los diversos embutidos.
Existen sucedáneos de jamón cocido de menor calidad nutritiva, a los que se autoriza el añadido de féculas, proteínas y otras partes del cerdo, además de aditivos, para formar un conglomerado o pastel compacto que constituyen los denominados fiambres de jamón. Del mismo modo en el mercado se encuentra fiambre de paleta de cerdo, y fiambres de pavo o pollo, dependiendo de los ingredientes utilizados.
Ambos productos, jamón cocido o salado, consumidos una o dos veces por semana, son suficientes para contribuir a la diversificación de la dieta.
Los embutidos, por su parte, son derivados cárnicos ricos en grasa, de contenido proteico variable según los ingredientes utilizados. Son embutidos tradicionales el chorizo, el salchichón, la mortadela, el salami, la butifarra, la sobrasada, etc.

SALAR EXCESIVAMENTE LOS ALIMENTOS

No deben salarse excesivamente las preparaciones culinarias (ni al cocinar ni al ingerir los alimentos), con el fin de acostumbrar al niño al sabor propio de los alimentos, disminuyendo consecuentemente la ingesta de sal.
Una correcta educación del paladar desde la infancia evitaría los dificultosos cambios de hábitos a los que se ven obligados quienes de adultos precisan reducir la cantidad de sal en su dieta diaria.
La recomendación de reducir el consumo actual de sal está justificada, sobre todo si consideramos su pobre participación en la consecución del equilibrio nutritivo.

OFRECER SIEMPRE ZUMO COMO ALTERNATIVA A LA FRUTA
Como el agua, otra bebida saludable para los más pequeños es el zumo de fruta, con la ventaja de que, por lo general, les gusta su dulce sabor. Teniendo en cuenta que a esas edades necesitan tomar más de 8 vasos de líquido al día, el consumo de zumo de fruta se puede considerar una alternativa acertada. El zumo de fruta les ofrece muchos de los nutrientes de la fruta (con la excepción de la fibra). Si la etiqueta no indica lo contrario, el zumo de fruta comercial, contiene sólo el azúcar propio de la fruta utilizada en su elaboración, y es una opción más saludable que una bebida de fruta que contenga azúcar añadido, como es el caso de numerosas bebidas refrescantes y néctares.
Cuando están seleccionadas sabiamente algunas bebidas, como la leche y el zumo de fruta, cuentan como ración diaria de un grupo de alimentos. Por ejemplo, un vaso de zumo cuenta como una de las 2-3 raciones que el niño necesita cada día del grupo de frutas. En cambio, una bebida de fruta que es solamente 10% zumo de fruta sería considerada como un "dulce" y no como sustituto de una fruta.

HACER UN MAL USO DE LOS COMPLEJOS MULTIVITAMÍNICOS
Deben ser prescritos bajo la supervisión de un médico o un especialista en Nutrición, y sólo en casos específicos, cuando no es posible mejorar la calidad de la dieta o cuando existen situaciones de riesgo de que se produzcan déficits nutritivos específicos (enfermedades agudas o crónicas, inapetencia de larga duración, etc.).
Sin embargo, algunos padres y madres creen que la única forma de hacer que sus hijos tomen las vitaminas y los minerales necesarios es proporcionárselos en forma de granulado o pastillas ya preparadas. Los anuncios suelen decir que la dieta no basta para satisfacer las necesidades del organismo en ese sentido. Como es muy fácil comprar suplementos de este tipo, y su precio no resulta elevado, muchas personas se decantan por esta opción. En numerosas ocasiones, se exceden en las dosis de vitaminas y minerales, creyendo que así mejorará su salud, estarán más enérgicos o evitarán muchas enfermedades. Cada vez son más los estudios que confirman la peligrosidad de esta práctica.
Como dar suplementos de este tipo puede ser perjudicial, los padres nunca deben ofrecerlos a sus hijos sin consultar previamente con un profesional. Los suplementos no deben ser usados como sustituto de una buena comida, sino como complemento en caso de requerimientos extras. Los niños tienen una dosis suficiente de vitaminas y minerales si siguen una dieta variada con alimentos de todos los grupos básicos.